martes, 18 de noviembre de 2008

Los veganos, o los fundamentalistas de la mesa

Hace años, siendo más precisa hace más de veinte-¡Jesús!-, en un libro de esos que mi padre era muy afecto a comprar, o sea, de divulgación seria, pero escritos de chunga, con miles de chistes y monitos a porrillo, leí algo que me llamó mucho la atención. Al hablar de las ventajas de la automatización en la elaboración de un censo como de una simple entrada de datos a los que una computadora simplemente organizaba mediante criterios preestablecidos, se mencionaba, en el rubro de las religiones que profesaba la gente, algo así como 'fundamentalista vegetariano'. El término me resultó chistoso, y lo empleé durante años como ejemplo de tantas ridiculeces que en distintas épocas hacen las delicias de una mínima porción de gente. Hoy día, ya no estoy tan convcencida de que haya sido un chiste, y por ende, sea motivo de risa.
Porque claro, a mis tiernos nueve añitos sabía perfectamente qué era o qué hacía un vegetariano. Quienquiera que haya crecido en los ochentas, se acordará del boom naturista a nivel comercial. Se comenzaban a hacer serios intentos por pregonar las bondades de la soya, e incluso, mi hermano y yo fuimos víctimas del entusiasmo de mi madre al ser obligados a beber leche de soya, ya que el médico afirmaba que la leche 'no era buena' para nadie, de modo que hubimos de apechugar hasta que mi propia madre en persona tomó la dicha leche y se convenció por sí misma que el potingue en cuestión era una soberana porquería. Se hablaba del 'alga spirulina' como de cosa de gran virtud, y se abrieron múltiples changarros de Súper Soya de distintas dimensiones. Lo 'natural', con ciertas connotaciones de vegetarianismo, empezaba a cobrar fuerza, no como cosa de hippies, sino de quienes eran conscientes de su salud. Habiendo crecido en una casa en donde los procesados eran cosa realmente rara, ya que mi madre toda la vida fue enemiga acérrima de las carnes frías, las latas, los preenvasados y demás, por no decir que los congelados eran catalogados por la susodicha señora de poco menos que porquerías, amén de que los precios eran prohibitivos, nunca me pareció exagerado hablar de cocinar en casa, de comprar los insumos frescos, o lo más fresco que se pudiera, y limitar el uso de productos envasados al mínimo, como la salsa catsup, o restringirlos a casos de extrema urgencia. Dar el paso a dejar la carne y evitar los alimentos procesados para cambiarlos por los elaborados en casa no fue penoso en absoluto ni me supuso un esfuerzo mayor del normal. Pero, de ser concientes de la salud a volverse fanáticos no hay más que un paso.
Últimamente hay quienes de plano se pasan de la raya. Por ejemplo, está el curioso caso de los activistas del PETA que, en días pasados, empanizaron a una de esas estrellitas de Hollywood cuya carrera al parecer se limita a pindonguear por el mundo y hacer escándalos, por portar una estola de pieles. El incidente, desde mi punto de vista, es execrable. Porque no porque los señores del PETA reprueben algo allá en lo más recóndito de sus consciencias, van a andar atacando al prójimo que no comparte sus puntos de vista. Ahorita es harina, y la tipa que lo hizo estaba feliz de la vida con su 'ocurrencia', misma que seguramente fue festejada ampliamente por sus cofrades. ¿Qué sigue? Lo importante no es con qué la atacaron, sino el que lo hayan hecho. Podemos esperar que al rato la golpeen, o le hagan trizas la estola simplemente porque no les parece bien que alguien use pieles de animalitos para adornarse. Lo que supone un descalabro económico y un delito que se denomina 'daño a propiedad ajena'. Pero, ¡ay de aquél al que se le ocurra tocarles un pelo! Porque ya tendrán más excusas para avalar su comportamiento violento y nada civilizado. ¿Un humano les merece menos respeto que un animal que ya está muerto, aunque les parezca mal? Así parece.
Y el respeto a los animales se ha vuelto un estilo de vida, una filosofía que se torna por momentos más violenta. No me refiero sólo a las cuestionables prácticas del PETA, sino a un grupo que ahora se dedica a hacer terrorismo alimenticio: los veganos. Porque, hasta donde recuerdo haber leído hace unos cuantos antieres, el veganismo se refería únicamente a las personas que no sólo no comían ninguna carne, sino ningún derivado animal, como mantequilla, huevos, etcétera. Pero ahora han rodeado al veganismo de un aura cuasi-mística, que dicta que el que es vegano DEBE serlo no por cuestiones de salud, sino de conciencia. Si uno toma la decisión de volverse vegano porque quiere bajar de peso, está mal. Lo mismo, si uno lo hace por motivos de salud. Ahora han dado en llamarse 'abolicionistas', y hasta tienen las consignas de todo movimiento que se precie de ser político de una manera u otra que se respete: 'no son comida, no son entretenimiento, no son vestido', proclaman a voz en cuello.
Cada día veo con creciente pasmo cómo va adquiriendo mayor sentido lo que decía Larry Gonnick sobre los 'fundamentalistas vegetarianos'. Se empeñan, cada vez con más encono, en señalar en donde los que no compartimos sus creencias estamos mal. Argumentan, desde que 'el ser humano no está diseñado para comer carne, sino para ser eminentemente vegetariano', hasta que los que comen carne violentan el 'No matarás'. Peor todavía, los llamados 'abolicionistas', que son los peores en mi parecer, salen con que nos van a contar 'la neta' de por qué comemos carne, que para ellos y sus retorcidas mentecitas tiene que ver con la mala educación que se nos da desde niños, cuando nos enseñan que hay animales puestos al servicio del hombre para darle de comer, cosa que se traduce en que después nadie tenga una idea muy clara de la procedencia de los alimentos. Lo anterior me pareció una patochada mayúscula, porque si bien es cierto que hay mucha gente que, como en la película Wall-e, piensa que las pizzas crecen en los árboles, ¿en dónde deja eso a, por ejemplo, un niño que desde muy chico ha tenido como obligación ordeñar a la vaca por las mañanas? ¿Podríamos realmente hablar de que tanto él como su familia son una manga de ignorantes?
El maltrato a los animales, afirman, no debiera de ser un problema, ya que los animales ni siquiera deberían de tratarse. A lo que yo pregunto, ¿y cómo piensan cambiar eso en un ambiente urbano, por ejemplo? En una ciudad plagada de perros, los seres humanos se ven obligados a convivir con ellos. Entiendo que no quieran tener mascotas, ya que, como dicen, 'no son entretenimiento', y desde mi muy personal punto de vista está muy mal regalar mascotas como si de peluches se tratara. Pero ¿qué van a hacer con el perro callejero? Porque seguramente no querrán que lo sacrifiquen, sin embargo, si siguen sus preceptos a la letra, tampoco se molestarán en darle de comer. ¿Y qué proponen para solucionar el problema? Nada. Desde su alto cajón de detergente pontifican lo que se debe y no de hacer, sin embargo, me parece que cierran los ojos a problemas muy sencillos. Por ejemplo, todas las especies que en un momento dado han sido domesticadas, ¿qué se supone que hay que hacer? Un granjero con sus pollos, ¿ha de soltarlos a que sean presa fácil de los gavilanes y las comadrejas porque no se saben defender? Dirán que es lo correcto, que es el orden natural, sin embargo, quisiera ver qué cara ponen cuando se les hable de sobrepoblación de depredadores y lo que eso puede llegar a significar, como es que una linda zorra hambrienta un día se coma a uno de sus hijos porque simplemente se terminó su fuente de alimento y tiene que comer. ¿Les seguirá pareciendo tan natural el asunto?
Los mentados 'abolicionistas' ahora han dado en acuñar su propia filosofía, destinada a darle en las narices a todo mundo con sus 'argumentos'. 'Especista', le llaman a la sociedad con todo su desprecio. La discriminación de que se hace objeto a los animales, dicen, es simplemente con el objeto de justificar por qué unos se comen y otros son de diversión. Pero, como sienten y piensan, debiéramos replantearnos el asunto y pensar si de verdad porque son distintos a nosotros deberíamos de 'discriminarlos'. El argumento me pareció lo suficientemente ramplón como para recordar aquello de 'Los animales son personas', igualmente ridículo, pero con el afán de serlo, ya que aparecía en un cuentito del Pato Donald, no se preciaba de ser dogma ni precepto filosófico digno de ser tomado con la mayor seriedad.
Lo que me repatea es que venga cualquier tarado y me diga qué es lo que supuestamente lucubró su brillante cabeza que va a venir a rasgar las tinieblas de mi 'ignorancia'. Siempre sospecho, y sospecharé, de quien me quiera venir a vender 'la verdad', trátese de religión o de lo que me llevo a la boca, ya que, de entrada, el que alguien adhiera el epíteto de 'verdad' a su discurso, para mí lo abarata automáticamente, ya que, con toda seguridad me encontraré con un descubridor de hilos negros y aguas tibias que de entrada me insulta al tildarme de ignorante y en segunda condesciende a participarme de su 'sabiduría', generalmente compuesta de análisis baratos, conclusiones fantasiosas y tonterías sin fin. Por eso es que detesto los fundamentalismos, ya que parten del principio del 'yo estoy bien y tú estás mal'. ¿Acaso somos tan obtusos que un sólo punto de vista debe ser válido para todos? Honestamente lo dudo. Las razones que cada cual tiene para hacer lo que crea conveniente son muy suyas, no tiene por qué andarlas lanzando a los cuatro vientos, ni obligar a nadie a compartirlas, o, en el peor de los casos, atacarlos porque no lo hacen. Y sí, yo soy muy comodona, porque no como carne porque no me da la gana tragarla, pero no siento la necesidad de justificar lo que hago o dejo de hacer detrás de pseudo filosofías vacuas que sólo sirven para que unos cuantos se sientan moralmente superiores a los demás. ¿No será precisamente ese el meollo del asunto? ¿Que como no tienen nada más de qué sentirse orgullosos pregonan sus hábitos alimenticios y esperan que todos corran a aplaudirles porque el resto de sus vidas no merece el menor aplauso? Tal vez. Quizás sea la nueva forma, incluso, de pregonar estatus, ya que los precios de los productos orgánicos y 'ecológicamente viables', como les llaman, son bastante más elevados que el de los productos 'normales'. La ropa 'orgánica' es carísima, de modo que estamos los que, por muy conscientes que seamos, nos vemos obligados a usar trapos normales, so pena de andar desnudos por la vida por la incosteabilidad de dichas prendas. Luego entonces, si de verdad los 'abolicionistas' son tan apegados a sus principios, eso sólo puede significar una cosa: snobismo. Porque, curiosamente nunca se menciona al veganismo como producto de la ociosidad, lo cual para mí es muy evidente. Yo no tendría tiempo de andar en manifestaciones por los derechos de acá, o porque se deje de hacer allá, ni de andar cazando gente para empanizarla. No, yo tengo cosas más importantes que hacer. De modo que estos señores, al igual que los 'globalifóbicos', han de ser, en su mayoría, gentecita de lo más ociosa, con grandes cantidades de tiempo disponible para andar en manifestaciones, y, mejor aún, recursos ilimitados para danzar por el globo y comprar sus trapos orgánicos. Cosa que yo, definitivamente, no quiero y no puedo hacer.

4 comentarios:

Alfredo R. I. dijo...

Creo que has dado en el clavo: el fundamentalismo. En esta época posmoderna, donde toda opinión puede ser válida o, al menos, se respeta por el simple hecho de ser exteriorizada, aparecen quienes toman su porción de verdad para negarle a los demás el derecho a la libre expresión. Así de simple.

El caso de los vegamajaretanos (¡anda! ¡que me ha salido chistoso el neologismo!) es sólo un ejemplo de lo anterior: hoy en día, la gente se ha tomado la inmensa libertad de coartar la libertad de los otros. Al tenor de "todos tenemos derecho a comulgar de ciertas verdades", se arrogan la posibilidad de clausurar al otro, exhibirle en la cara sus errores, y tratar de conquistarlo de cualquier forma. No sólo estamos hablando de locos que tragan hierbas, no señor: igualmente es el caso de los liberales al ultranza, los demócratas a ultranza, los paladines (o peladines, que dirías tú) de los derechos humanos, y toda clase de nuevos portadores de la luz.

En el caso concreto de los vegamajaretanos, en alguna ocasión conocí a una participante de tal "filosofía", y me resultó particularmente interesante debatir con ella. El problema es siempre el mismo: si quieres tragarte tur yerbitas, tu pastura, allá tú, no te lo prohíbo siempre y cuando respetes que a mí me gustan (nah, ¡me encantan!) los cortes, y que no contradigas el hecho de que, en mi opinión, no hay nada más delicioso en esta vida que un buen bife de lomo. Ah, pero la tipa se metió conmigo y yo con ella, y le di de palos hasta cansarme porque, como todo buen fundamentalista, el vegamajaretano es ignorante: el ser humano no está diseñado para comer pastura, no tiene con qué digerir la celulosa y, por tanto, debe complementarse con otras cosas o la inanición está a la vuelta de la esquina. Así de sencillo, pero ni así entendió.

Oremos a los hados para que no pululen estos majaretas o para que, si se multiplican, sean tomados con tanta seriedad como se hace con Maussán y sus secuaces, o con los distinguidos miembros de ésa muy seria agrupación denominada Hare Krishna.

José Luis dijo...

Hola. Tu entrada es una verdadera joya. " ¿Que como no tienen nada más de qué sentirse orgullosos pregonan sus hábitos alimenticios y esperan que todos corran a aplaudirles porque el resto de sus vidas no merece el menor aplauso? Tal vez", permíteme citar tus palabras que me parece dan en el clavo, y no es el único momento en que el discurrir de tus palabras es rutilante, todas tus hipótesis son plausibles y en su totalidad susceptibles de comprobación empírica. Si he optado por alguna norma de conducta adecuada ¿para qué he de fundamentarla en pseudofilosofías de tan deplorable ralea? Y más con su gurú el tal Singer, un afanado (y afamado) defensor del viviseccionismo.
Lo que esa gente está buscando al parecer son sucedáneos de una religión perdida, frustrada, su paraíso al estilo Disney... buscan una notoriedad que se les ha negado.
En su evangelio (porque así se mueven) la santidad no está para salvar el alma sino para salvar el mundo, ¡menuda promesa!, creo que solamente los comunistas han llegado a tal grado. Siempre es sano dudar y más ante estas prácticas de iluminados, que seguro lo más reluciente han de ser las bóvedas donde depositan su plata... su sectarismo, fundamentalismo, vaya, creo que los propios vegetarianos los ven con recelo y como un enemigo más.
Su fundamentalismo los pone en el mismo tacho de basura de la historia al lado de tantos fanáticos que se las dan con un áurea de racionalismo de provocar pena ajena, cuando sus argumentos o diatribas deberían ser alojados junto a los de sabios como los pregoneros de la verdad eterna (aunque es pura moda) de los lactobacilos, de la panacea vial llamada bicicleta (siempre y cuando sean de lujo, porque las "funcionales" se ven "feítas"), de los feroces y valientes denunciantes del complot judeo-masónico-iluminati-reptiliano-rojo-vaticanista-petrolero (creo Maussan tiene un poco más de respetabilidad, que ya es decir). Que lo que dicen es verdad es tan ridículo como si yo edificara un enorme pedestal para exponer a voz en cuello hasta desgañitarme que este comentario es palabra revelada por el mismísmimo Rey Pelé, enviado de Darth Sidious, su alteza serenísima reinante en el cuadrágesimo quinto año del señor Gokú nuestro sempiterno benfactor. Saludos desde México.

José Luis dijo...

Y no sé, ya hablando en serio si ayudar a los animales de forma tan desmedida, tan misántropa a veces, no sea un reflejo de la impotencia que provoca nuestra situación para defender ya no la vida del prójimo humano, sino la propia, y qué mejor que los indefensos que para nada nos han pedido que les defendamos (nada más falta que les quieran cobrar porque sus servicios les generan honorarios, bueno, los de Peta parece que sí), razón por la que tampoco pueden reclamarnos. Si ni entre humanos nos cuidamos... La solidaridad ni el amor admiten (gramaticalmente sí pero existencialmente pienso que no) el imperativo. De nuevo saludos.

José Luis dijo...

Los no humanos merecen nuestro respeto, porque es mérito de toda forma de vida sintiente, es deber ético no maltratar a los que difícilmente podrían reclamarnos, como los niños, los mudos, los ancianos, lo único que nos queda es la empatía, porque nosotros también tendremos momentos de flaqueza y no está bien visto hacer leña del árbol caído. Saludos de nuevo y quizás habrá reedición.